jueves, 23 de febrero de 2017

Valle de Bravo, pueblo mágico (1°parte)

Volviendo de una excursión a las mariposas Monarca, nos llevaron a comer a un barco convertido en restaurante, sobre un lago. Así conocí Valle de Bravo.

Esta es la típica foto de Valle, pero es mucho más que eso...


Llegamos en agosto, en plena temporada de lluvias y estaba el pueblo así de hermoso.

Nos encontramos con antiguas torres entre las nubes... con casas con aleros de tejas...con callecitas angostas que subían y bajaban.

Después de encontrar un hotel salimos a buscar un lugar donde desayunar. Las calles, era sábado por la mañana, estaban plenas de actividad...vendedores de frutas, como esta señora que ofrecía granadas,


O este carrito que traía toda una ensalada de frutas elegantemente presentada, algunas conocidas como el durazno, la guinda, los higos, otras un poco más exóticas como el lichi, que son esas peluditas, que por dentro parecen uvas y otras para nosotros francamente desconocidas, como estas rosadas. Tenían un sabor suave y cremoso, las semillas pequeñas como las del kiwi, y carnosa como una tuna... En variedad roja o blanca...

También había calles peatonales con puestos de todo...ropa, semillas, regalos, recuerdos...

Al fin después de comenzar el día con la frescura de las frutas, hicimos un desayuno formal en el mercado. Esa sana y económica costumbre de almorzar en el mercado, es lo mejor para conocer las comidas típicas del lugar que uno visita. Bueno, al menos en México, donde los mercados todavía son instituciones respetadas y florecientes. También para comentar, para hacer amigos, para preguntar adonde conviene ir después, qué es lo que la gente del lugar, considera lo mas representativo o bello. Las mesas son comunes por lo general, lo que propicia una buena charla.

Buscando el embarcadero, pasamos por el jardín central en el cual y a sus alrededores vivía la misma actividad febril que la zona del mercado. Personas paseando, puestos de ventas, cafés y restaurantes, al nivel de la calle y en los balcones, en fin, un pueblo bullicioso, y lleno de vida.


Este señor tan solitario, que miraba pasar la gente, me inspiró estas fotos.
El kiosko es uno de los más hermosos y bien cuidados que he visto. 

Bajando hacia el embarcadero, todavía nos tocó encontrarnos con estas dos mujeres, con sus trajes típicos y sus textiles que venían a vender al pueblo.

Sólo por caminar, a veces se tiene la suerte de encontrar algunos tesoros.
Y  algunas otras cosas como para no olvidar que contamos con un Estado policial. 

Pero al fin llegamos al agua.

Pero la travesía en barquito la dejamos a la imaginación del lector. Valle de Bravo amerita un próximo capítulo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario